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  • Foto del escritorOlga San Martino

El Sol ¿Cómo determina nuestra vida el astro rey?


El Sol es, y ha sido muy importante en la historia de la humanidad. Esta importancia del Sol, reflejada en multitud de religiones y creencias, es REAL Y CIENTÍFICA. Necesitamos la luz del Sol para vivir y para estar sanas.


En el artículo de hoy, vamos a explicar porque.


Desde nuestro pasado más remoto, los seres humanos hemos adorado al Sol, y tenemos buenas razones para hacerlo. Aunque todavía no conocemos la historia completa, se supone que hace millones de años la vida pudo comenzar en nuestro planeta gracias a ciertas reacciones químicas originadas por la luz solar que formaron el material necesario para constituir los océanos. Bastante tiempo después, unos minúsculos organismos unicelulares llamados cianobacterias evolucionaron y se agruparon, formando unas brillantes balsas de color azul verdoso.


Aunque individualmente estos organismos eran muy pequeños, juntos, consiguieron hacer algo muy grande: utilizar la luz del Sol para transformarla en energía química a través de un proceso llamado fotosíntesis. De este modo, incorporaron la luz del Sol a su propio ser. En el proceso produjeron oxígeno, que se acumuló y transformó la atmósfera de la Tierra convirtiéndola en el lugar habitable y respirable que conocemos hoy.


La vida floreció, se transformó y evolucionó hasta que, mucho tiempo después aparecieron las especies cercanas a los humanos de hoy en día. Nuestros ancestros lo sabían de forma intuitiva y también gracias a su experiencia directa. Los incas creían que descendían del dios Sol: Inti; los griegos reverenciaban a Helio, coronado con el halo solar; la mitología aborigen del norte de Australia habla de la Mujer Sol, un ser sagrado que transporta su antorcha por el firmamento, por no hablar del significado y la importancia de la luz en el cristianismo. Nuestras historias, religiones y mitologías estaban llenas de simbolismos relacionados con el Sol. Lo que tiene mucho sentido si pensamos que este ha gobernado desde siempre tanto nuestros cuerpos como nuestra experiencia del mundo.


Pero, ¿cuán importante es la relación entre la luz natural y los procesos biológicos de nuestro cuerpo? La luz del Sol es muy rica en componentes espectrales y es muy importante para el cuerpo porque le sirve para sincronizar su reloj interno. En el hipotálamo, una zona del cerebro del tamaño de un guisante, existe una agrupación de células llamada núcleo supraquiasmático que sirve específicamente para regular nuestros ritmos internos. Aunque no es el único reloj interior que poseemos, pues otras células también llevan incorporado el suyo propio. Lo curioso de estos relojes, que regulan casi todos los procesos de nuestro cuerpo, es que pueden llegar a colapsarse si no reciben suficiente luz natural a lo largo del día o si reciben demasiada luz artificial por la noche. Algo que sucede con bastante frecuencia en los meses más invernales.


Las fluctuaciones cíclicas de la luz y la oscuridad y su impacto en nuestro cuerpo son claras. Sabemos que nuestro cuerpo es un territorio completamente distinto de día y de noche: los riñones están menos activos al caer el Sol, lo que significa que producimos menos orina y tenemos que ir menos al baño; la temperatura del cuerpo es más baja, igual que nuestra capacidad de reaccionar; también nuestro sistema inmune responde de forma distinta en función de la hora del día.


Cuando el día comienza y sale el Sol, aumenta la presión sanguínea y la temperatura corporal, recibimos un chute hormonal que nos hace tener hambre y los músculos se preparan para trabajar. La luz del Sol y su ausencia durante la noche son los principales mecanismos que utilizamos para sincronizar estos ritmos internos con lo externo. Si no vemos suficiente luz natural a lo largo del día o estamos expuestos a demasiada luz artificial por la noche nuestros cuerpos se confunden y dejan de trabajar con la misma eficiencia.


La cantidad de luz solar a la que nos exponemos en nuestra vida, puede influir en el riesgo de padecer diferentes enfermedades, desde depresión a diabetes. Exponerse al Sol disminuye la presión arterial, equilibra el sistema inmune y puede llegar a influir en nuestro estado de ánimo. No hace falta leer ninguna investigación para darse cuenta de que estar al Sol nos pone de buen humor, y es que cuando eso sucede nuestro cuerpo segrega endorfinas, las hormonas del bienestar.


Cronobiología

La cronobiología es la disciplina de la biología que estudia los fenómenos periódicos o cíclicos (ritmos biológicos), en los seres vivos.​


¿Que son los ritmos biológicos?

Por ritmos biológicos se entienden las oscilaciones de los niveles y variables fisiológicas, de los seres vivos, dentro de un intervalo de tiempo. Estas oscilaciones dependen de un cronómetro o reloj interno y de variables externas o ambientales que intervienen para conseguir su sincronización. Los ritmos circadianos, son un tipo de ritmos biológicos.

Se ha observado, que al menos la mitad de nuestros genes son controlados por los ritmos circadianos, incluyendo aquellos que se asocian con enfermedades tales como el cáncer, el Alzheimer, la diabetes tipo 2, enfermedades coronarias esquizofrenia u obesidad. «Interrumpir nuestros ritmos naturales, cosa que sucede cuando dormimos, comemos o hacemos ejercicio a una hora poco adecuada se está asociando con un mayor riesgo de sufrir estas enfermedades o de empeorar sus síntomas», afirman los expertos*.


Diurno o nocturno

En otro artículo ya comentamos, que no todos somos iguales; unos somos más alondras y ortos son más búhos o lo que es lo mismo, nuestro ciclo natural es más bien diurno o más bien nocturno. «A pesar de que podamos pensar que, en principio, los seres humanos somos animales de día, debemos tener en cuenta que cada persona tiene su propio ritmo y que sus ciclos pueden variar», explica un experto*.


Así, las personas alondra son aquellas que están muy activas y vivaces por las mañanas.

Su punto máximo de energía suele ser cerca de mediodía, su comida favorita es el desayuno y no suelen necesitar tomar mucho café. Los búhos, en cambio, son personas de ritmos más nocturnos. Su pico máximo de energía está sobre las seis de la tarde, disfrutan como nadie con la cena y por las mañanas les cuesta mucho despertar.


Estos perfiles cronobiológicos, van cambiando en función de la edad; cuando somos niños solemos ser más alondras, pasamos a ser búhos cuando alcanzamos la madurez, alrededor de los veinte años, para luego volver a ser alondras al hacernos mayores. Es útil conocer cuál es nuestro cronotipo para poder adecuarnos a él, siendo conscientes de que este puede cambiar a lo largo de la vida.


Un mayor entendimiento de nuestra relación con la luz puede mejorar nuestra salud, tanto física como mental. Siempre debemos tener en cuenta que hemos de exponernos a la luz natural y respetar la oscuridad de la noche. Ya que una exposición excesiva de luz por la noche, junto a la ausencia de suficiente luz natural durante el día, afecta a nuestra salud.


*expertos: David del Rosario y Linda Geddes.

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